domingo, 7 de febrero de 2010

LAS BANDAS DE MUSICA

Es difícil concretar alguna localización geográfica que suponga el nacimiento de las bandas de música. Todo lo contrario al caso de las cornetas y tambores y agrupaciones musicales. Lo que sí podemos señalar es la fecha de mediados del siglo XIX como el origen temporal de estas formaciones musicales dentro del panorama procesional.

La instrumentación de la que se dotan es la más completa de los diferentes estilos de música, exceptuando a las orquestas sinfónicas que también suelen incluirse en el concepto de estilo de “banda de música”. Como instrumentos de viento-metal podemos destacar a las trompetas, trombones, tubas, fliscornos, bombardinos, trompas. Entre los de viento-madera se encuentran el clarinete, saxofón, oboe o el fagot. Para los elementos de percusión suelen utilizarse tambores, caja clara, bombos y platillos. Es por ello que suelen llamarse también “bandas de plantilla completa”.

En sus principios era tal la preponderancia de este tipo de música que solían acompañar a los pasos de Cristo. Cuestión ésta que en la actualidad no suele presentarse en la mayoría de los casos, siendo las cornetas y agrupaciones musicales las que desempeñen este papel.

Desde el comienzo, las marchas tenían un marcado carácter militar, serio y fúnebre. En este sentido tenemos a la marcha procesional más antigua de la que se tenga constancia, “Piedad” (Eduardo López Juarranz, 1879), pieza dedicada a la Cofradía de la Piedad de Cádiz. Dentro de estos inicios de la música procesional tenemos a “Quinta Angustia”, “Virgen del Valle”, “Spes Nostra”, “Soleá dame la mano”, “Amarguras”, hasta llegar a “Pasan los Campanilleros” (1924) y “Estrella Sublime” (1925), de Manuel López Farfán. Estas dos composiciones, junto con otras del mismo autor, marcan una nueva concepción de la música procesional, introduciendo las cornetas y cambiando el estilo fúnebre por otro más alegre.

A lo largo de la evolución de estas formas musicales, la ciudad de Sevilla y su Semana Santa han desempeñado un importante papel, reflejándose en el desarrollo y consolidación de grandes compositores y marchas que han tenido repercusión general y conforman buena parte del patrimonio musical de la Semana Santa andaluza.

En el mismo marco temporal, finales del siglo XIX y primera mitad del XX, una serie de célebres compositores realizan una labor fundamental en el asentamiento de un repertorio de gran calidad y brillantez. Tal es el caso de Manuel Font Fernández, hijo de José Font y Marimont, con marchas como “Sagrada Lanzada” y “A la memoria de mi padre”; Manuel Borrego, insigne músico que ocupaba plaza en la Música de Soria 9; o el gaditano Germán Álvarez Beigbeder, que destacaba por la delicadeza de sus obras. Aparecen en la década de los treinta y cuarenta marchas que, en nuestros días, son ya referencia: “Nuestro Padre Jesús” (Emilio Cebrián, 1935) o “Jesús de las Penas” (Antonio Pantión, 1943) son dos ejemplos válidos.

Santiago Ramos compone en la década de los cincuenta “Virgen de las Aguas”, marcha en la que se puede apreciar claramente la influencia de López Farfán. Seguidamente vendría Luis Lerate con “María Stma. del Dulce Nombre”; Pedro Braña con la sublime marcha “Coronación de la Macarena”; Pedro Gámez Laserna mediante “Saeta Sevillana” o “Pasa la Virgen Macarena”; o Pedro Morales que, tras escuchar ésta última, cuya autoría se debe a quien fue su maestro, compuso los compases de la marcha “Esperanza Macarena”.

La Banda de Música de la División Mecanizada Guzmán el Bueno nº2, conocida como Soria 9, seguía aportando al terreno musical cofrade una calidad indudable. Por ella iban pasando auténticos maestros (Farfán, Gámez Laserna, Pedro Morales, etc.). Pero con la llegada de Abel Moreno, esta formación musical alcanza una proyección discográfica hasta entonces no vista. Este onubense llega a Sevilla en el año 1984 y pronto empieza a componer en su nuevo cargo. La primera marcha que compuso, tras llegar a Sevilla, fue “Cristo de la Presentación”, dedicada al titular de la Hermandad de San Benito.

Nos encontramos ante uno de los compositores más prolíficos en la historia musical de la Semana Santa, si bien su talento y originalidad rayan a un nivel muy por debajo de los Gámez, Morales o Farfán. En la actualidad se puede contabilizar sus obras en aproximadamente setenta. Algunas célebres como “Hermanos Costaleros”, “Macarena”, “Madre de los Gitanos Coronada”, y la más aclamada y ovacionada, “La Madrugá”. Posteriormente, la vorágine de “lo comercial” ha provocado en su obra una disminución notable de la calidad de sus marchas, que actualmente rozan lo vacío y exento.

Paralelamente a la aparición de Abel Moreno en la escena musical cofrade, se descubren igualmente compositores como José Albero, que ha dejado piezas de gran calidad como “Hiniesta Coronada”, o “Cristo de la Buena Muerte”.

Continuamente han seguido apareciendo nombres propios y acontecimientos en el mundo de la composición y el arte del pentagrama. Nos desbordaríamos si señalásemos a todos y cada uno de ellos. Pero quien suscribe modestamente estas líneas, prefiere quedarse con nombres como Francisco Javier Alonso Delgado o Fulgencio Morón. También se han forjado nuevas tendencias consistentes en la adopción, a banda de música, de temas originales de cornetas y agrupaciones. Este es el ejemplo de “Nazareno y Gitano”, “La Saeta” o “Macarena” de Bienvenido Puelles Oliver.

Igualmente destacables pueden ser Juan José Puntas y Manuel Marvizón, quienes están rompiendo fuertemente en el presente campo musical. Las notas de “A Ti, Manué”, “Azul y Plata”, “Madre Hiniesta” o “Gran Poder” no han pasado desapercibidas.

La música es un término o vocablo que, personalizado en las marchas procesionales, constituye un elemento intangible, etéreo, sacro y universal. Ya lo dijo en su día el compositor Igor Stravinsky al escuchar “Soleá dame la mano” durante su estancia en la cárcel del Pópulo: “estoy escuchando lo que estoy viendo”. En definitiva, se trata de ESCUCHAR LO QUE SE VE Y VER LO QUE SE ESCUCHA. Un claro ejemplo de lo que es la música procesional.
MATEO OLAYA MARIN

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